Los vasos capilares son la clave para entender cómo los imanes alivian el dolor. Los capilares son los reguladores del flujo sanguíneo en todo el cuerpo, siendo estos las extensiones más pequeñas de los vasos sanguíneos, poseen tan finísimas paredes que el oxígeno y la glucosa pueden atravesarlas y llegar hasta las células, al igual que los gases respiratorios, los nutrientes y el resto de las sustancias que transporta la sangre. Asimismo los productos de desecho como el dióxido de carbono, pueden regresar a la sangre para ser eliminados del organismo. El fino tejido sanguíneo se conforma dependiendo de la cantidad de vasos capilares que estén fluyendo; cuando se relajan sus paredes permiten que la sangre fluya más libremente. Al aplicar un campo
magnético a nuestra estructura muscular, esta se relaja, logrando así una notable mejora en la circulación sanguínea.
Esto nos ayuda a calmar el dolor por medio de la aceleración en el intercambio de fluidos del tejido dañado, logrando así disminuir la inflamación. Algunos elementos tales como el ácido láctico, que son los responsables mayormente del dolor y la inflamación, son drenados del sistema al hacer más eficientes los procesos vitales en el área afectada. Es como si los procesos naturales del sistema repentinamente se hicieran más eficientes, como si todos los líquidos indeseados fueran limpiados de una sola vez con un chorro de agua. En la mayoría de los casos esta intensificación del metabolismo no sólo elimina el dolor, sino que también estimula al cuerpo en su proceso natural de sanación en forma más rápida, puesto que provee de oxígeno y de otros nutrientes a las células de cada uno de los órganos, acelerando esto progresivamente a medida que el flujo sanguíneo aumenta en cantidad y calidad. Una mejor irrigación trae mayor vitalidad y nutrientes, el O2 inhibe decenas de agentes infecciosos, bacterias (helicobacter pilori), hongos, parásitos y virus.
(D. Véliz P.)
0 comentarios:
Publicar un comentario